Las Chicas Dominantes Siguen Disfrutando Sus Vacaciones
Pasaron varios días y las tres chicas dominantes disfrutaban sus vacaciones en la playa. Las tres tomaban el sol o se metían a nadar al mar, también salían todas las noches a divertirse para regresar a altas horas de la noche, pero a los sumisos le toca trabajar durante todo el día, haciendo la comida y limpiando la casa además de servir las damas mientras descansaban en la playa. El problema era que los tres sumisos eran ignorados totalmente por las chicas dominantes. Como ninguno pudo con la prueba del el primer día, las tres damas dominantes decidieron ignorar a los sumisos dejándolos por algo menos que un mueble.
Solo se dirigían a ellos para asignar alguna tarea dándoles una instrucción sencilla que ellos debían hacer de inmediato. Además, cada sumiso tenía en sus genitales un cinturón de castidad y el anillo de choques eléctricos el cual era usado para llamar a dicho sumiso ir ante su dama. Román admitiría tiempo después que le hubiera gustado poner loción bronceadora en el cuerpo a Julieth, pero ellas incluso prohibieron que sus sumisos las tocaran, por lo que las chicas dominantes se ponían el bloqueador ellas mismas. Además no permitían que sus sumisos las miraran de frente, ellos debían usar un bozal que les impedía hablar y solo se los quitaban cuando comían. Ellos comían las sobras que las chicas dominantes dejaban en platos de perro y ellos arrodillados comían de dicho plato. Por último los sumisos dormían en el piso de la cocina.
Sorpresa Cerditos
Una noche las chicas dominantes se fueron de fiesta y dejaron a los tres sumisos con labores hogareñas. Al terminar siempre debían esperar a sus chicas dominantes de rodillas con la cabeza contra la pared a la espera del regreso de las tres. Solo cuando ellas volvieran, los chicos podían ir a descansar, pero esa noche hubo algo distinto. Las tres chicas dominantes llegaron cantando y gritando. Llegaron totalmente ebrias. Liliana usaba un vestido floreado rojo de una pieza con tacones rojos, Sara usaba una blusa azul con un ligero escote y una minifalda negra, sandalias romanas con tacón. Julieth usaba un top blanco, short rosas y sandalias de tacón color rosa negro. Cada dama tomó de la oreja a su sumiso y fueron llevados a la parte trasera de la casa.
Había luna llena y el clima era muy agradable. Las tres chicas dominantes todavía tambaleándose guiaron a sus sumisos a una parte con pasto donde las tres obligaron a cada sumiso a acostarse boca abajo en fila con sus cabezas hacia el mar. Las tres chicas dominantes quitaron los bozales pero vendaron los ojos de los sumisos. “Es hora de que a los tres cerditos reciban una linda sorpresa,” decía Liliana arrastrando un poco las palabras. Cada dama se retiró sus bragas y colocaron sus clítoris sobre las bocas de sus sumisos.
La Lluvia Dorada
“Vamos cerdito, ya sabes cómo me gusta,” decía Sara a Julio el cual el inmediatamente comenzó a darle una buena sección de sexo oral a su esposa. Julieth seguía tomando de una botella de vino mientras que Román metía su lengua con lujuria dentro de la intimidad de su esposa. “Tranquilo cerdito, me haces derramar el vino,” decía Julieth golpeando un poco la cabeza de su sumiso y por ultimo, Liliana empujaba la cabeza de Franco para aumentar la fuerza de la lamidas del sumiso. Cada sumiso pensaba que al fin cada dama los habría perdonado.
Las tres chicas dominantes se tomaron de las manos mientras recibían sexo oral por parte de cada sumiso para mantener un poco de equilibro debido a que las tres se encontraban en cuclillas sobre las cabezas de sus sumisos. Liliana miraba a sus tres amigas dándole a entender que estaba lista. Las otras dos chicas dominantes las miraron y asintieron con la cabeza. Los tres sumisos seguían con su labor cuando de repente, sintieron sobre sus bocas un líquido de sabor fuerte. Las tres damas comenzaron a orinarse sobre las bocas de sus sumisos.
El líquido dorado les llenó la boca y garganta a cada sumiso haciéndolos toser mientras que las tres damas reían a carcajadas por la humillación. Antes de que los sumisos pudieran protestar, las damas electrocutaron los genitales de los sumisos. “Que esperan cerdos, vallan a lavarse la boca al mar,” gritó Sara con autoridad, mientras la dama supervisaba que los tres sumisos se bañaran en el mar. Liliana y Julieth regresaron a la casa por unos pilotes y cadenas.
El Castigo Por Fallar En El Desafío De Otro Día
Ya con los tres sumisos bañados, las damas ordenaron clavar los pilotes de madera en la arena de la playa en un cuadrado. Las tres damas sujetaron los pies y brazos de cada sumiso. Cada uno de los pilotes, por idea de Sara, colocaron un tercer pilote el cual sujetaron los testículos de cada sumiso. “Bien este es el castigo por fallar en el desafío del otro día,” dijo Liliana. “Se deberán quedar aquí por unas 24 horas clavados en la playa,” decía la dama con autoridad. “Si aguantan el tiempo, tal vez dejemos que nos den placer de verdad,” dijo Sara sonriendo traviesamente.”No se preocupen, mañana les traeremos agua y pueden gritar para ser liberados,” dijo Julieth mientras acariciaba la cabeza de Román. “Pero si eso pasa, perderán el desafío y los castigaremos de otra forma más brutal,” dijo Sara. “¿Esta todo claro?” Preguntó Liliana con autoridad. Los tres sumisos no tuvieron opción. “Si señoritas, lo comprendimos.” Los tres respondieron al mismo tiempo. Las tres damas complacidas dejaron un cronómetro que sonaría en 24 horas.
Las tres damas regresaron a la casa cuando escucharon sonar el timbre de la puerta, “Iré a ver, deben ser los chicos que conocimos en el bar,” dijo Liliana al ir a la puerta. “Vaya forma se te ocurrió de sacar a nuestro esposos de la casa,” dijo Julieth a Sara. El plan era sacar a los maridos de la casa para poder invitar a algunos chicos que conocieron al salir de fiesta. “Oye pero la idea de orinarles encima fue tuya,” dijo Sara a Julieth. La verdad era que las damas ya tenían muchas ganas de hacer eso con sus maridos ahora convertidos en cornudos por esa noche.