Humillado Por Mi Instructora Domina Claudia
Yo empecé a cubrir los pies de Domina Claudia con besos como ella me había ordenado. Estaba a cuatro patas aferrado al suelo a sus pies, completamente desnudo y con la cola erguida. Me había hecho más como un animal que como un ser humano, pero esta humillación era parte del castigo de ella.
Domina Claudia tomó un gran placer de tener los pies lamidos. Estaban húmedos de sudor u olían fuerte. Pasé mi lengua a lo largo de su arco, recojiendo el sudor, la piel muerta y el polvo. Sabía que mi instructora nunca se lavaba los pies con el motivo de hacerlas más desagradables para su esclavo.
-¡Lame entre los dedos de los pies, esclavo! Ordenó Dueña Claudia, ¡Limpia toda la suciedad!
-Sí, Ama Domina Claudia.
Azotadas Duras
Pasó largos minutos cuidando sus pies mientras ella relajaba en su silla, suspirando de placer. Pasaron media hora antes de que me hiciera una señal que me detuviera.
-¡Bueno, exclamó, es hora de castigo! Siéntese en el cabellete!
Yo obedezco. Mi Ama Domina me ató en el cabellete con correas de cuero y cadenas.
-Bien, mi esclavo, dijo Domina Claudia, con una voz que se había puesto más fría, una señal de que el castigo estaba realmente comenzado. Quiero que tu culo sea levantado lo suficiente alto y quédate allí.
Yo no sabía lo que iba a suceder, salvo que los golpes que me iban a dar no iban a ser por placer sino me harían sufrir y lamentar mis acciones. Dueña Claudia comenzó la sesión por azotes, con fuerza y precisión en los muslos. Al principio, los atravesaba con unos treinta segundos entre cada uno. Entonces, ella comenzó a acelerar y golpear su mano contra mis nalgas más rápido. Mi culo pasó de pálido a rojo en muy poco tiempo.
Con cada golpe, yo me estremecía y torcía para aliviar el dolor. Obviamente, Dueña Claudia tomó mucho placer en esta actividad y disfrutó de mis gemidos. En medio de la sesión de nalgadas, se detuvo y fue a buscar su copa de vino que probó, observando mi expresión de sufrimiento y mis ojos llenos de lágrimas. Ser azotado no sólo era doloroso sino también extremadamente humillante.
La Continuación Del Castigo Corporal
Unos minutos más tarde, Domina Claudia puso su vaso al lado de mí y comenzo a golpear mi trasero de nuevo a un ritmo constante. Yo estaba agitado sentado en el caballete mientras la correas me mantuvieron en su lugar.
-¡Piedad Domina Claudia, no puedo hacerlo más!
-¿De veras esclavo?, dijo Domina Claudia.
Domina Claudia acarició mis muslos sudorosos y contempló mi expresión llena de sufrimiento con un placer indiscutible.
-¿Que malo eres?, dijo Domina Claudia.
-¡Muy malo Dueña….te ruego! ¿Podemos parar aquí? Mañana, sería más perdurable, lo prometo, dijo él esclavo.
-Sé que estás en tormento. Pero es un castigo. Tengo que hacerte entender que lo que has hecho está mal y te infligiré un merecido castigo.
En sus ojos vi compasión y benevolencia para mí. Lo que hizo fue por mi propio bien aunque la excitara y la divirtiera mucho.
-Te haré sufrir por mucho tiempo, pero te acostumbraras porque el sufrimiento será por tres meses. Sin embargo, puedes llorar y rogarme si te hace sentir mejor, dijo Domina Claudia. Yo estaba en silencio, sabiendo que era inútil tratar de negociar con ella.
Aquí Viene el Látigo
Domina Claudia fue a buscar un látigo, el cual golpeó en su mano.
-Vas a contar cada golpe y me da las gracias por este castigo merecido, ¿entiendes?
-Si Dueña Claudia.
Dueña Claudia se entretuvo por un momento tocando mis muslos con el final de su látigo, luego envió el primer disparo.
-¡Ay! ¡Gracias Ama Domina Claudia por este castigo merecido!
-No importa, quiero la fórmula completa o empezamos de nuevo.
Domina Claudia golpeo de nuevo.
-¡Ay! ¡Gracias Ama Domina Claudia por este castigo merecido!
-Eso es mejor.
Durante mucho tiempo que pareció ser una eternidad, nada fue oído en la casa excepto mis gritos de dolor. Yo no era consciente del número de golpes que me dio y de lo que dije, pero seguí agradeciéndole y contando. Mi culo me quemaba y yo estaba en el apogeo del sufrimiento. Pero Dueña Claudia no se detuvo e incluso se permitío reír de vez en cuando antes mis súplicas y las lágrimas en mis mejillas.
Final De Mi Sesión Con La Instructora Dominante
Después de haber infligido innumerables golpes, se detuvo y fue al columpio.
“Esclavo, tienes el culo morado. Las nalgas de un hombre son como una obra de arte después de haber pasado mis manos. Excepto que en lugar de las pinceladas es la cebra que se ve allí. Realmente, no te perdoné. “
Dando mi falta de reacción, ella golpeó su pie.
-Bien, si eso es cómo vamos a seguir, cincuenta golpes más!
-Por favor Dueña, no puedo más …
-Me di cuenta esclavo, estaba bromeando. Nos detendremos aquí.
-¡Gracias!, dijo esclavo.
Yo estaba en el apogeo del alivio, pero mi expresión pronto se convirtió en terror cuando yo vi el consolador con arnés que Domina Claudia acabó de ponerse.
“No dije que el castigo había terminado”, me dijo Dueña. Ahora vamos a hacer cosas serias. Ay, sí.”
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