Las Muchachas Disfrutando En El Antro
Me encuentro sentado en un rincón de la barra de un bar donde hombres pueden tomar una copa mientras esperan a sus mujeres. Ellas están en el antro, disfrutando de un espectáculo de Chippendales donde ellas puedes disfrutar como ellas prefieran. Mi esposa me tiene como cornudo sumiso y la verdad es que yo estoy muy contento con esta situación.
Esta noche mi esposa Mónica, me ordenó que la llevara a sus amigas y a ella a ese club. Me dio un uniforme de chofer que debía usar en todo momento. “Si te comportas, tal vez te dejo desahogarte el próximo fin de semana,” me dijo ella al acariciar mi pene enjaulado que me colocó desde hace un par de semanas en castidad y me encontraba muy ansiosos. Pero debía controlarme sobretodo porque ella lleva un vestido escotado de una sola pieza de color azul que le lucía espectacular acompañado por un par de tacones plateados que le hacía juego. Subimos a la camioneta y pasamos por sus demás amigas, las cuales no debía ver de frente y además debía ayudarles a subir y bajar de la camioneta.
Él Conductor Designado
Al llegar al club uno de los acomodadores de carros me dijo que podía entrar y esperar en la barra. Mónica me miró y me dio permiso de acompañarlas pero debía guardar mi distancia, “Es una noche solo para chicas querido,” me dijo al entrar. “Quédate donde puedas vernos pero no nos interrumpas, nosotras te indicaremos cuando irnos, cornudo sumiso.” Bajé la mirada, “Sí mi señora,” le dije al irme a mi rincón del bar.
Solo bebí un shot de tequila porque debía devolverlas a cada una de ellas a su casa de manera segura. Después de todo soy el conductor designado, antes ya había hecho la misma rutina, pero siempre las esperaba fuera dentro de la camioneta esperando escuchando algo de música sin comer nada para evitar malos olores dentro del la camioneta. No siempre llevaba a sus amigas, varias ocasiones la llevaba a mi esposa y alguno de sus amantes. La orden era siempre la misma, ojos siempre al frente y no nos interrumpas. Ella siempre les decía a sus amantes que yo era su esposo cornudo sumiso, pero hoy solo será nuestro chofer. Así que los llevaba a restaurantes, clubes de baile y hoteles para que ellos pudieran pasar la noche siempre esperándolos dentro de la camioneta.
Un Pequeño Obsequio Para Él Cornudo Sumiso
Pocas veces era invitado a pasar la noche con ellos, pero solo como espectador. La última ocasión ella quedó en salir con un par de amigos, misma rutina hasta el hotel donde me invitaron a pasar. Enseguida dentro, ella me ordenó quitarme toda la ropa lo cual hice, “Bien ahora de rodillas,” me dijo Mónica con autoridad. Sabía la postura de rodillas con las manos en la espalda y sin moverse, ella entonces me tomó del pene y lo apretó un poco. “Ven chicos les dije que mi cornudo sumiso era poco dotado.” Los acompañantes de mi esposa comenzaron a reírse de mí mientras permanecía de rodillas con la cabeza baja avergonzado.
Los dos hombres comenzaron a bajarse los pantalones. “Te mostraremos cómo deben de verse los hombres de verdad,” me dijo uno de ellos y me mostraron sus enormes vergas en la cara. Traté de apartar la vista pero Mónica me obligó a verlos. “Ve todo lo que tu esposa se va a comer esta noche,” me dijo el otro amante y comenzó a golpearme la mejilla con su verga bien erecta. Él otro amante hizo lo mismo mientras que mi esposa se reía de la escena. “Ya déjenlo que puede que se le antoje chupársela,” dijo mi mujer a sus dos amantes. “No debería sentirse mal, además le traje un pequeño obsequio,” dijo uno de los amantes.
Bailando Con Él Stripper
De su pantalón sacó una caja que le dio a mi esposa. Ella abrió la caja con emoción y al ver el artículo brincó de emoción, “Mira cariño lo que habíamos buscado.” A mirar el objeto, quedé helado. Era una jaula de castidad de hierro transparente con todo y candado con un juego de llaves. Antes de poder reaccionar, Mónica ya me estaba colocando la jaula en el pene. “Bien Mónica no creo que use esa cosa de todos modos,” dijo uno de los amantes, “Te queda perfecta querido, ahora no vas a quitar la vista de tu jaula en toda la noche,” me dijo mientras mantenía la mirada en la jaula, mientras ella pasaba a acostarse en medio de sus dos amantes.
Ya han pasado un par de semanas desde ese día y Mónica ni siquiera me ha querido quitar la jaula. Cometí el error de preguntarle cuándo podría quitármela, “No lo se, cuando yo quiera,” se limitó a decirme y no volví a tocar el tema hasta esta noche. Decidí entonces mirar a mi esposa la cual no perdía la oportunidad de levantarse a bailar con cualquier stripper que fuera a su mesa. Sus amigas eran algo más tímidas que mi esposa. Ella bailaba con lujuria con el stripper y no desaprovechaba en tocarle todo el cuerpo incluyendo sus nalgas y pene.
Locamente Enamorada De Ella
El maestro de ceremonias pidió el micrófono antes del próximo espectáculo. “Le pedimos a la señorita de vestido rosado de la mesa cinco que pase al escenario.” Los reflectores iluminaron a mi esposa y ella emocionada se para y subió al escenario donde había una silla donde él maestro de ceremonias ayudó a mi esposa a sentarse. “Señorita, usted fue elegida para supervisar el trabajo de estos obreros.” La música comenzó a sonar y cuatro de los mejores strippers del lugar subieron al escenario vistiendo un casco, pantalones vaqueros camisas de franela y cinturones de herramientas.
Los cuatro comenzaron a bailar para mi mujer quitándose las camisas y mostrando sus cuerpos bien ejercitados. Mónica completamente encantada con ellos no perdió la oportunidad de colocarles crema en el pecho, al hacerlo cada stripper se quitó los pantalones mostrando un ajustado bóxer. La música seguía y Mónica disfrutaba de el baile de los strippers mientras que sus amigas y las demás damas del club la animaban. Los strippers ayudaron a mi esposa a quitarles los bóxer dejándolos en pequeñas tangas.
Mónica no dejaba de acariciar las nalgas y el paquete de cada bailarín que se descuidaba. Para el final cada stripper se quitó la tanga cubriéndose sus partes con sus manos y Mónica debía cubrir la desnudez de los strippers con sus propias manos. Mi esposa les susurraba algo a los strippers, supongo que los invitaba a pasar la noche con ella. Al volver a su mesa, mi esposa me miró a la cara. Lo único que hice fue levantar mi copa con orgullo a mi esposa haciendo que ella sonriera de satisfacción. La verdad es que estaba locamente enamorado de ella a pesar de los tratos que ella tenía conmigo yo la amaba de verdad.