Tengo 41 años y sé que soy un hombre sumiso desde la pubertad. Una de las preguntas que siempre me he hecho es, Por Qué?  Lo hago no con un sentido negativo sino por curiosidad y para conocerme mejor. Hace años estuve viviendo en el extranjero, y me animé a visitar un estudio profesional de BDSM. Allí el Amas con la que estaba teniendo la sesión, me aceptó como esclavo suyo.

Mi posición era la de esclavo doméstico. Ella vivía en un chalet y quería entrenar a tres esclavos para comenzar a servirla después de que sus hijos adolescentes dejaran la casa. Un esclavo se haría cargo del jardín, otro de las labores domésticas y otro habría de servirla sexualmente. Mi trabajo consistía en limpiar, cocinar, dar masaje a sus pies; además de ser azotado o penetrado si ella así lo disponía. Algunas veces jugábamos ajedrez, veíamos alguna película o simplemente le servía de compañía.

 

 

Desde el comienzo mi Ama tuvo el control total sobre mi vida sexual. Me colocó un cinturón de castidad y una vez al mes nos reuníamos en su estudio para profundizar en algún aspecto de mi entrenamiento. A pesar de que no teníamos mucho contacto físico, yo siempre estaba a su disposición.

La sensación de serle útil le dió sentido a mi vida durante esos meses que estuvimos juntos. Encontraba satisfacción limpiando su casa y cocinando para ella. El hecho de tener alguien que me dirigiera, en lugar de coartar mi libertad me liberaba.

Si bien es cierto que mi tolerancia al dolor no es alta y que la castidad es un suplicio para mí; el hecho de intentar hacerla feliz siempre me ayudó a superar estos obstáculos.

Con orgullo acepto que soy un hombre sumiso; mi placer está en servir a mí Ama haciéndole la vida más fácil.